martes, 20 de marzo de 2012

Interrupción


   Comienzo este cortocircuito en los fondos espaciales de mi alma maldiciendo al pensamiento y al sentimiento, ¡qué se pudran ambos! Hay algo oculto detrás del pensamiento, ¡el verdadero pensamiento!, y hay algo oculto detrás del sentimiento, ¡el verdadero sentimiento!, pues.

   Al diablo la estúpida estética premeditada, no es esto ni literatura ni poesía. Es la simple expresión de un condenado, ¡¿simple?!, ¿qué es simple aquí abajo?, ¿acaso hay algo simple allí arriba?, ¡oh malditos dioses! ¡respóndan!, aquí los demonios son simples y feroces ¡y sus fuegos son siempre complejos! Ay... dioses, si tan sólo pudiera yo, pobre alma, ser menos laberinto y más horizonte, ser menos fuego y hielo y más nube y cielo, ¡así al menos podría jugar con pequeños castillitos de fuego en las playas del Estigio!, ¡al diablo!

   Seré el príncipe de los condenados entre otros tantos príncipes ya desterrados, estamos todos malditos aquí abajo. ¡Y ay que son tantas y tan varias las maldiciones que impregnan a la dermis del infierno!

   No hay reyes ni esclavos, sólo nosotros.

   Gárgolas fisuradas por los humos contaminantes del falso amor que llueve de un cielo falso; pies pavimentados por una ilusoria realidad de cal y cemento; ojos de ensueño con sabor a lluvia, semicerrados por la farsa del reemplazo de la existencia en el recinto de la vida ausente, ¿cómo mierda quieren las ovejas del rebaño que seamos igual a ellos como máquinas oxidadas por briznas de tristezas de hierro?
   Sé que no soy el único, lo sé, sé que hay más vidas allí afuera que por temor o desprecio, se ocultan de la farsa de la vida que todos debemos representar. ¡Sí, lo sé! ¡Eso ya se dijo!, ¿pero es que acaso debo ser el primero en quejarme y criticar sin pelos en la lengua las mierdas de la existencia impía y feroz en todos por igual, pero sin duda falsa! ¡Claro que no!, no tengo porque ser el primero, ni es mi obligación ni mi deber, ¡lo que es, es!, sea el último o el primero, o el imbécil del medio, es ésto lo que siento y es ésto lo que digo. Mi verdad, única o no, ¿qué importa, si es una verdad en fin?, luego vendrán otros cretinos y sembrarán sus cocechas de odio y de desprecio, de belleza y de amor. Ese es el supremo maldito.
   ¡Ay y ay!, ¿quién nos comprende? ¿QUIÉN? - Nombres y más nombres, ¡al diablo también los nombres y las vidas pasadas!, vidas que fueron y que siendo, son. Sólo importa, hoy, nuestras vidas, porque en ellas estamos, y porque a ellas cuidamos.
   ¿Qué es la farsa de la vida?, vivir como un cretino más del montón de carne enajenada: ¿acaso vivir es comer como un glotón irreversible, acaso vivir es fornicar y copular como un animal esclavo de sus necesidades básicas libres ante nuestros pobres ojos manchados por el smoke de la rutina diaria, y que encima llaman a "eso" amor? ¿Acaso vivir es existir arrodillado ante los mediocres bríos del patrón? ¿Acaso justificamos la vida con un estúpido orden en apariencia superior que nos remite a mirar al costado y caminar nuestro camino de brazitos cruzados? ¡NO!, yo caminaré mi camino, sí, pero que sueñen los débiles en apariencia fuertes que miraré para un costado, que sueñen esos bastardos de traje que yo, rebelde por naturaleza como una hiena feroz, caminaré de brazitos cruzados. ¡Y que se pudran esos imbéciles! Hoy me cago en la elegancia y en lo vulgar. ¿No he dicho ya, anteriormente, en una suerte de manifiesto pesimista, que todo es vanidad? ¿No se ha dicho ya el clásico vanidad de vanidades? - Hoy, con mis ojos de águila y alas de ángel marchito por el tiempo de mil existencias, me elevo por sobre los abismos y contemplo desde las alturas el fuego divino que radica en el nucleo de la existencia dorada, y miro, y veo: no hay ningún cielo paradisíaco allí arriba. Todo era falso. ¿Es así como buscan los que se creen fuertes consolarnos? ¿Es así como buscan drogarnos con sus creencias para que nuestras pobres almas se consuelen ante suposiciones divinas que buscan adormecer a nuestros espíritus ya arrugados por un millón de vidas pasadas? ¡Cada uno debe buscar su propia luz y su propia verdad y su propio camino! ¡Ya lo dijo Buda!, NO existe camino único aunque puede que única sea la verdad, no existe UNA religión única y unificadora, la que lo intente, siempre se terminará inclinando como la Torre de Pisa hacia alguna que otra supuesta verdad ya dada por verdad, hacia alguna que otra filosofía y creencia del alma y de la mente; mientras que en verdad somos nosotros, únicos, quienes debemos iluminarnos, ¡porque la sangre de Lucifer corre por nuestras venas!; buscar nuestra propia magia, nuestra propia filosofía, nuestro propio arte, ¡nuestras propias creencias!, comprobarlas, experimentarlas, ¡nuestra propia ciencia, en fin!, nuestra propia antorcha... pues ya se ha robado demasiado fuego desde las moradas infernales hasta el lecho de los blancos dioses, ¡hay suficiente material e inmaterial como para encontrar y encontrarnos!, y primero: para partir: estando perdidos. Solos.
   ¡Desestructurarse en busca de la libertad! Ah... el cielo es tan grande a los pequeños ojos del pajarito que ilusionado vuela atravesando nubes majestuosas, ¡por los sueños del éter como una melodía en fresca brisa de Mozart!
   Todos debemos conocer al Diablo ilustrado, pues es él, aunque algunos lo llamen Dios, quien único nos puede comprender. Nietzsche asesinó su falsa cara, su máscara le ha arrebatado, ¡y qué bien!, porque la luna tiene dos caras, y aunque uno y en uno, es doble y dual el yin y el yang.
   Pero no, la vida no es ser un engranaje más (y muy poco pulcro) del sistema hegemónico. Quienes eso creen, no es más que lo mismo que quien cree salvarse de sus penas ahogándolas en el alcohol, cuando en realidad las penas jamás morirán ahogadas, porque nacieron para morir ahorcadas. Y hela allí: el principio de un círculo vicioso. ¿Qué acaso no es lo mismo con las drogas? El escape momentáneo a un sufrimiento, el palpe ilusorio (pero real) de un paraíso sin duda irreal, ¡tocar las manos con el cielo!, para luego descender a la realidad impregnada por una falsa vida que no hace más que existir como un papel de reparto en sí misma, lo que exije, al adicto, volver a experimentar sus vicios más ruines, ¿en dónde?, en el ya famoso círculo vicioso de la perdición más absurda y negligente.
   No obstante, si la vida es efímera, y hay un «antes» y un «después» de tal, ¿qué importa acaso esta vida si total otras habrán?, quienes creen con seguridad en la reencarnación se preocupan mucho por avanzar a paso de titán en ésta «vida» como si el Everest pudiera escalarse en un día, ¿y por qué?, ¿tanto, al igual que los cristianos al crear una nueva supuesta vida hermosa e inmortal en los paraísos de la bóveda celeste, odian y detestan a la vida que tán hermosa y bella es como para intentar llegar a la cima de la iluminación mística y alcanzar un estado en Esencia de pureza irrefutable para ya dejar de reencarnar una y otra vez en el aprendizaje del camino inevitable?, con ésto, sólo critico a los religiosos, ¡no, por nada del mundo! a aquellas dulces personitas que en verdad buscan la sacra iluminación mística, pues ellos no caen en el fanatismo de la estulticia del montón, pues hasta yo, ¡sí, yo!, soy un místico desechable, un pobre condenado más con alma de cartón, húmeda por tantas lágrimas. Pero hoy escribo esto serio y casi sin ojos, sí.
   Sabemos ya que la edad de un hombre se mide por sus pensamientos y emociones, no por su edad física en el  tiempo y el espacio relativos, ¿será por eso que ante espejos rotos mi alma parece ya marchita? ¿Será por ello que mi espíritu es un viejo al borde de la muerte que muerto parece ya?, pues siempre lo he dicho, aunque en broma y con su lado oculto de verdad: no existo; soy un fantasma. ¿Es que estaba tan equivocado?, desde mis irreverentes quince años lo he sabido y por ende, lo he dicho. - ¿Sorprende, acaso, que al ser tán distinto a los demás (que viven "muy bien" sus aparentes vidas) parezca, en comparación a esos imbéciles, que no tenga vida? Si esa mierda es tener vida y vivir, pues no tengo vida ni vivo... ¿y cómo escribo si mi corazón vive y late? Talvez no tengo ya corazón, (ay, Dios, cuándo ha muerto...) talvez me fabriqué uno con sueños de papel humedecidos por un río de lágrimas en donde todos los condenados de tiempos y épocas pasadas sus llantos en él han vertido. PUES sé y soy conciente que no soy ni he sido el único que ha sufrido y sufre la indiferencia de quienes creen vivir la vida. ¿Por qué creen que me doy a conocer entre sombras?, ay... si no lo habré ya dicho lo digo ahora: cada maldita vez que me doy a conocer a los vulgares ojos del mundo SIEMPRE termino mofado a mis espaldas, apuñalado por silencios de lejanías que pequeñas y variables se tornan luego gigantes y constantes, ¡siempre abandonan al diferente!, vaya sutil discriminación sin discriminar, pues claro ¿para qué comprender al idiota que no viene de este mundo? Sé, ¡por todos los dioses!, que estoy solo y siempre lo estaré. ¡Y qué alivio haber visto a los ojos al Amor eterno talvez tres veces en una eternidad!, pues siempre supe que existía, inconcientemente, pero hace unos años lo supe bien, y hace muy poco... muy poco, pude en verdad entenderlo y comprobarlo. Tengo unos pobres veinticuatro años y ya estoy listo para morir. ¿No es acaso ese el destino fatal de una mariposa con alas de nocturna lechuza?

     ¡Ay, hermosa señorita dulce y fatal,
     Hermosa señorita de labios de fuego,
     De besos de sangre y caricia inmortal,
     Te pido un baile aquí serio y sin ruego,

     En el salón de la existencia blanca y vacía,
     O en los jardines de los ensueños más iluminados,
     ¡Oh, diosa de velos negros y mortal poesía!

     Sácame a bailar, (y te sonrío) que miamor,
     Ya estoy listo.
     Es sólo un baile, el primero y único,
     Como es y debe ser, como fue y siempre será.
     Lo disfrutaré, te disfrutaré; y en un vals mágico
     Y eterno, podré ver el infatigable vuelo de aquella
     Beata mariposa hacia los rosales de la eternidad.

     Y viajaré como polvo de mariposita
     O luna fragmentada, en el suspiro etéreo
     De una Noche constante en llamas de luz
     A través de los vientos de las temblorosas
     Y tímidas estrellitas que reposan en lo Eterno.

     ¡Ay, hermosa señorita dulce y fatal,
     Hermosa señorita de labios de fuego,
     De besos de sangre y caricia inmortal,
     ¡Llévame ya que estoy listo y puedo!

     Ya que tras la muerte viviré luego.

   Sí, he roto las reglas, como de costumbre incluso en mí, dije que este escrito no era ni literatura ni poesía mas recién he escrito algunos versos. Pues me nacieron así, aunque... ¿debemos llamarlo poesía?, en fin, ¿qué me importa a mí el nombre o como lo llamen? Si en definitiva es lo que es, palabras, basura, líneas de un maldito que no desea ser maldito, de un condenado que no deseó serlo, ¿pero qué culpa tengo yo de que hayan cortado mis alas como injusto castigo de ser un ángel negro entre ángeles blancos? Si en algún momento parece que vuelo, no es por mis alas sino por mi meditación de águila que sueña con su casa: con la cima en la solitaria montaña nívea. Y hay tanto frío allí arriba..., pues por eso hay infiernos que arden y otros, que congelan.

   ¿Qué más puedo decir? ¡He dicho tanto en tan poco!, y sin embargo nunca parece ser suficiente.

   Miro al celeste cielo y veo en aquellas palomas volando en V el reflejo de la forma de mi esclavitud, como si cada una de ellas representara las distintas facetas de mis pensamientos. ¿Y cómo despreciar el paisaje que duerme en armonía con la Razón? ¿Los cielos de un firmamento gris que hermoso se erige por sobre los templos de la conciencia? Sí, por supuesto que se puede dejar la mente en blanco, ¡la contemplación pura del infinito inmaculado!, ¡claro que sí!, pero oh... ¡cómo corre el tiempo temeroso ante la meditación de un sabio marginado!, ¿y podemos 'perder tiempo' cuando la tan amada "realidad" de algunos nos exige perder tiempo trabajando para un mundo que condenado se vuelca hacia su propio abismo? Y ésta es una de mis verdades: la verdadera meditación se encuentra suspendida en el tiempo color mar, como las iluminaciones que se resguardan de los curiosos en los magníficos cielos akáshicos. Recuerdo desde pequeño perder mi vista y la visión de mi alma en las profundidades del cielo azul, recuerdo sentir cosas extrañas que desearía volver a sentir y que hoy día puedo a veces apenas percibir, recuerdo una en particular, viajando en el colectivo, mi mirada, tímida e infantil, perderse en los secretos incomprendidos por mi ser conciente, pero sé también que nuestro atento inconciente nada desperdicia, desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, desde un profundo análisis o estudio hasta la simple y vaga lectura de un libro o unas lineas atroces. ¿Es acaso ésto prueba de que nuestra alma, manifestándose en los intereses absolutos de nuestro inconciente, es un vivo reflejo etéreo de la armonía y belleza del universo magno? Sin duda alguna, puede ser. Debería irme a meditar para comprobarlo. Pero si no lo compruebo yo, ya lo comprobará alguien por mí. ¿Otro condenado, talvez?, o muy probable que algún joven arrogante en busca de la luz total. ¡Pero cuidado!, a veces las maliciosas palabras del ego junto a las vibraciones del orgullo pueden volver más vulnerables a la ceguedad a aquellos que por vez primera a la sacra luz ven a los ojos. Encandila al principio pero luego el paraíso místico se hace evidente. Y aunque algunos no lo crean, acá en el infierno podemos soñar..., incluso, desde las puertas del inframundo hasta su mismísimo corazón y pasando por sus entrañas, podemos amar. ¿Cómo amamos?, el fuego (al menos aquí), ha evaporizado las mentiras, ¡se han calcinado las más vulgarcitas hipocresías de quienes desde la tierra pregonan un falso amor!, y, por ende, el Amor universal nos penetra a todos y a todo, ¡todos somos concientes de su calidad intrínseca de eterno, aunque no todos, paradójicamente, puedan verlo. ¿Cómo comprender esto? Habría que vivir una temporada invernal en una eternidad por siempre oscura y sin luna, junto al abrazador fuego de una hoguera pecaminosa desde los tiempos de la vieja Roma, y ver como una bóveda sin estrellas ciegan de a poco los tiernos ojitos de algunas almas que dóciles, ya están cansadas de tanto pesar y sufrimiento. El abismo no fue creado para todos, aunque todos quepamos en él.
   ¿Puede un desterrado genio fracasado temerle a los profundos vacíos de un precipicio sin fondo? ¿Qué importa lo que haya detrás de la vida y de la muerte? Después de tantos otoños de sangre, de tantas primaveras sin árboles, sin hojas y sin viento, ¡ya no le podemos temer a nada!, los secretos de la existencia universal ya no nos sorprenden, y aunque sabemos algunos, muchos otros percibimos aún sin saber. ¡Podemos en verdad comprender lo que intuímos! ¡Y aún sin del todo bien entenderlo podemos muy bien comprenderlo!, de hecho... ¿quién puede ésto comprender?; puede ser, a veces, pero en verdad también puede ser, que no tenerle miedo a nada sea también una desdicha. A veces, el miedo suele sernos útil. ¿Pero si ya somos lo que somos, ánimas vagabundas sin rumbo y sin destino por los aterciopelados senderos de la sangre y la infelicidad? ¡Gran mérito al menos el darse cuenta de quiénes somos! ¡En dónde estamos y cómo estamos! No existe la culpa. El falso sentimiento estructurado de una conciencia que ha devorado sus frutos prefabricados por químicos de segunda deben ser vomitados. El perdón es un invento como la jeringa mágica que cura una enfermedad metafísica o espiritual. ¡Y ay que desdicha la mía!, ni siquiera yo me he desprovisto de la culpa y el perdón, ¡gran tortura en fantasmagórico interior!
   Pero que se pudran los oropeles de unos lujos innesesarios de una vida ornamentada en la superficialidad del negocio y la competencia, el egoísmo y la posesión, si tengo que ser un imbécil más con lana en la piel para ser aceptado y querido, si tengo que ser un robot en donde mi número de documento reemplaza a mi propio nombre «propio», para ocupar un lugar en la sociedad como si fuera un engranaje de una gélida máquina, ¡no!, paso. Prefiero ser aislado y sufrir las profundas pesadillas que crecen desde las raices de una soledad llena de maldiciones solitarias, prefiero que todos se alejen de mí y ser el diferente imbécil al que todos detestan y odian en secreto, antes que ser como ellos, despersonalizados y deshumanizados, ¡no seré así!, soy como soy, y así seré. No cambio, me desarrollo: no siempre fui así ni siempre así seré. Pero no cambiaré por una masa sin cerebro, por un pueblo sin corazón, o por gente sin espíritu, le soy fiel a mi ser: semper fi a mí mismo. ¿Una condena más?, pues que lo sea, hace tiempo que la gota ya rebalsó el vaso y aún así el mismísimo Cosmos nada desperdicia, todo encuentra su orden y su equilibrio, hasta el caos mismo y el mismísimo desequilibrio.

   Todos los sueños son reales, y entre sus nubes de brillante plata por un sol de ocre y corona de bronce, la realidad nace como lo que en verdad es: Fantasía. ¿Hace falta que hable de las miradas de la física cuántica o de las energías del reiki? ¿Hace falta que hable del efecto mariposa en su esplendor? ¿Hace falta que escriba unos versos en una oda a la beatitud de la existencia como metáfora de lo que en verdad es: pura Poesía en todos sus sentidos y en su sentido más absoluto? ¿Es, acaso, el ensueño una condena? ¿La condena más triste y melancólica de una vida que se cayó desde los senos de la vasta noche? ¿Es acaso el arte o la poesía en sí una cadena que nos cuida del vacío del vacío en el abismo del abismo y a su vez la que nos masacra con el tiempo nuestros pies afectando incluso el mismo caminar de nuestra alma sin cuerpo? ¡Oh, cárcel ruín de pajaritos enamorados! ¿Será que es acaso... una ensoñación en un sueño dentro de un sueño que creemos soñar mientras nos sueñan...?

   ¿Y quién soy yo? Un condenado, sí, como todos, eso ya se sabe, o ¿algún iluminado, talvez? ¿Un ángel negro que emana luz desde su sangre derramada en las heridas en donde en algún momento tuvo alas? ¿O talvez un maldito con una ánima antediluviana que juega a ser el Diablo en un paraíso de cosechas de opio? ¿O ambos? ¿O ninguno? ¿O todos?

   ¡Ay, que mis penas y que mis esperanzas se hundan frías en el Aqueronte atroz!, ¿qué más da?

   Mi garganta religiosa se ha desgarrado como el corazón de un amor no correspondido ante tantos gritos de silencio, ¡y entre tanto silencio!... que de por sí ya destroza los pálidos besos invisibles de un tácito romance nocturno...

   Con todas las estrellitas que he derramado como pequeños diamantitos parpadeantes podría a mi propio universo crear y guardarlo en una cajita de aluminio con mucho amor en algún que otro oscuro rincón de mi corazón; y con dos de sus pequeñas perlas, límpidas como el tejido cutáneo de la mustia luna, le pondría, ruborizado, aritos a la hermosa Noche, bautizando cada oído con un húmedo beso de estío.

   Cementerio; hogar dulce hogar.

   Jamás... jamás dije ser algo que no era, ¡ni siquiera soy poeta!, no soy nada que nombres pueda así llamarse. Y es muy probable que nada sea. ¿Pero es ser nada algo malo o negativo, cuando no es el nada el todo y el todo el nada? Ay... apariencias, egos, egos y apariencias, ¡nombres, etiquetas, conceptos, denominaciones!, vaya productos de supermercado que hemos ya de parecer, ¿cuál sería, siguiendo la línea de la metáfora, nuestro código de barras? ¿Acaso lo que creemos o nos creen «valer»? Necio quien confunda valor y precio, ¡y ay qué el precio no es sólo concreto sino abstracto también?, algunos pagan con un peso, y otros, con un gracias o con un beso, ¡maldición de maldiciones!, ¡¿hasta dónde hemos llegado?!
¿Y si mi maldición a los ojos de terceros es el no poder ser demasiado hipócrita, demasiado mentiroso, demasiado vanidoso, demasiado adormecido? Aunque mi temple y mi carácter sean calmos y apacibles, lo que puede inducir a la vaga creencia de que quien está adormecido soy yo, ¡como si el movimiento de un nene juguetón fuera la evidencia de la vida!, y vistos desde la azotea, ¡cómo se mueven los que ni viven y apenas existen!, ¡parecen hormigas!... ¿Será acaso la Tierra, bajo el lamentable manto de la falsa vida, el gran hormiguero de la desdicha y la pereza disfrazada de trabajo material?
   He hablado de negocios y no soy bueno en los negocios, he hablado de leyes y me hastían las leyes, la competencia de las empresas y la exigencia del ser carnívoro para sobrevivir en esta selva en donde los rascacielos han reemplazado a los sabios árboles, en donde la natura pasó de ser verde a gris, ¡a este paso pronto las nubes estarán embaldosadas!; pero no, mi corazón está demasiado vivo y mi alma es demasiado sensible como para vivir sus realidades, su «realidad». Conozco muy bien la realidad, he salido varias veces y mera suerte la mía por no haberme enfermado..., o talvez ya esté tan enfermo que ni cuenta me he de haber dado. Si no la conociera, ¿no sería lógico que no critique el sistema económico y cultural, que realize mi «vida» disfrutando de placeres banales que la misma existencia vacía le brinda a las abejas más conformistas como los obreros que se coforman viendo a Tinelli?; ¡necio también quien confunda conocimiento con sabiduría!, pero agraciado quien de ambas algo posea. Yo siempre me incliné a la sabiduría, ¿por qué he leído tan pocos libros, entonces?, el conocimiento no fue más que un resultado que en su propio uso dentro del laboratorio de la mente en un instrumento se ha transformado, ¡he visto y palpado las esencias con las cuales me he cruzado!, pues ellas... junto a sus perfumes, es lo único que me interesa, el resto no es más que la ropa que por pudor viste el conocimiento, incluso la sabiduría y el mismísimo sentimiento sacro (porque nuestro «interior» es sagrado). - Pero no, no estoy listo para oxidarme, ni por las lágrimas de nadie, ni mucho menos las de algún dios. ¿Quieren que me consuma como un cigarrillo?, el tiempo tendrá la última palabra, esa bestia feroz a la que tantos matan pero nadie logra asesinar, y si debo arder, que sea como la antorcha de Prometeo. ¿Qué puede ser peor?
   Si no conociera la realidad, ¿creen que yo o alguien se ocultaría de ella? Si ESTA realidad no es más que una máscara de mal gusto. Vivir en una cueva en una montaña en los alpes suizos, en el bosque a orillas del río Amazonas, o en la más agitada urbe sin control, ¡da en todo ello igual ver o no ver la "realidad" del mundo exterior!, porque es justamente eso: ¡el mundo exterior!, cuando la verdadera realidad, que se mantiene oculta (por temor a nosotros, pareciera), se encuentra dentro de nosotros mismos, ¡somos un vivo y pulido espejo de la verdadera realidad, del esplendor infinito del cosmos universal!, por eso no importa en donde estemos, si nos analizamos a nosotros mismos en mente, alma y corazón, podremos en verdad conocer la tan ansíada Realidad. - Y el taoísmo ya dice que el verdadero sabio conoce el mundo sin siquiera salir de su casa. ¿Hay que engañarse, entonces, en los clásicos y típicos conceptos rutinarios del "vivir la vida"? Yo, con un instante de pasión y de luz, puedo vivir la vida en un fulgor mágico en el que otros necesitan talvez años para experimentar. ¡Y he visto tantas luces y vivido tantos instantes!, ¿no son acaso, ellas, las más lindas eternidades?, y lo más hermoso que de ello tiene la verdadera vida, ¡es que los bellísimos instantes nunca se acaban!, por eso la Vida es hermosa..., la Vida es bella... ¡La vida nueva!

   Al final, un sueño en apariencia de reflejo cual leve viento nos acaricia al alma en visiones que perladas por ensueños nos reflejan nuestra propia obra de Arte, ¡nuestra vida!, ¡nuestra vida en un instante!..., la última de todas las eternidades.

   La poesía y las letras se manifiestan en la materia, ¡siempre!, aunque no las veamos. ¿Es qué sólo existe lo que vemos?, ¿y entonces la mística y la religiosidad?; un paraíso perdido en un recuerdo existe en su condición de real, aunque no todos puedan verlo. Y he aquí cuando algunos, en su condición de seres sensibles, sienten y perciben ciertas cosas. Cosas que se ocultan ante y detrás de las cosas. - Lo real no es sólo la carne y lo palpable, también se puede tocar con la mirada o con un suspiro, ¿y acaso tiene forma el viento que con nuestros viles ojos lo podemos ver?, lo tangible es hermoso, ¡por supuesto!, pero no es lo único que existe ni, ¡por los dioses!, lo único hermoso.
   ¡Ay!, como odio la carne cuando es el origen de todos los problemas. - Hay tanta belleza en el secreto de un tacto, en la sublime acaricia de un condenado que aunque en su condición de tal, ama. Y sin embargo la lujuria es tan mal dominada, ¡hasta dominada es mal dominada!; mi conclusión: la lascivia siempre debe ser tierna. ¿Ay, y cómo saberlo y cómo saber eso?, las intuiciones: nunca fallan. Y cuando parecen fallar es cuando menos fallan, pues es allí cuando tratan de decirnos otra cosa, y nosotros, malinterpretando el mensaje, creemos que fallan, ¡y no!, pues somos nosotros quienes, malditos, fallamos. Hela allí un pequeño secreto del Ser.

   Y todas las verdades se encuentran en la playa..., y yo aún no las he encontrado. Pero pronto lo haré. ¡Y lo compartiré con ustedes!, seres invisibles y fantasmas de las sombras, ¡claro que sí!, si no soy tan egoísta. ¿Y qué diablos me importa si la humanidad tiene inclinaciones al egoísmo? ¿Debo, por ello, ser yo un egoísta también, uno más de la multitud?, no. ¡Y qué me condenen los dioses si así lo merezco!, hoy estoy aquí abajo en el umbrío sendero de este planeta, ¡los dioses no son mi problema!, mas cuando aquí ya no esté veré si me doy una vuelta por los cielos para decapitar a algún que otro gigante.

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